Con el paso del tiempo, el contenido de la vida, las experiencias y las ideas que se han desarrollado dentro de los distintos campos del mundo de la salud de Humanidad Nueva se han multiplicado y consolidado.

Esto hace que sea difícil describir en pocas palabras la riqueza de estos campos y las expresiones diversificadas que han surgido en respuesta a las necesidades específicas de diferentes situaciones locales. 

Sin embargo, la variedad de iniciativas, acciones y trabajos que han florecido en las distintas naciones en las que estamos presentes ponen de relieve dos características comunes: por una parte la originalidad, ya que cada una de estas iniciativas está profundamente enraizada en el contexto social específico en el que existe; y por otra, cada una de ellas está informada por una única lógica común.
Además, la variedad de expresiones que componen el mundo de la salud de Humanidad Nueva puede resumirse en una palabra: vida, una vida que se ha desarrollado en los entornos más variados, tanto en los sistemas sociales de salud más avanzados como en los menos desarrollados. Sin embargo, es una vida que no solo ha desarrollado servicios concretos a diferentes niveles del complejo mundo de la salud, sino que también ha hecho madurar y ha difundido líneas de pensamiento, ideas y principios universales.
Por consiguiente podemos definir esta vida con otro término: una nueva cultura, una cultura de vida, un concepto de la persona humana y de su valor, una visión de la salud y la enfermedad que ha surgido de la Espiritualidad de la Unidad vivida por diferentes especialistas y figuras profesionales que ejercen su compromiso profesional en el mundo de la salud.
Ya que esta cultura está en la raíz de cada experiencia, de cada iniciativa individual o estructurada en amplias expresiones de la salud, esta misma cultura también ha comenzado a ejercer influencia más allá de sus límites; en algunos casos ha llegado a influir en leyes y estructuras sociales.
Hay además otro aspecto siempre visible en la experiencia personal de cada trabajador de la salud, además de aquellas acciones que tienen una vasta influencia social y cultural: el aspecto de la reciprocidad.
La dimensión esencial de la persona humana reside en la capacidad de relacionarse: pero para lograr la reciprocidad en las relaciones interpersonales es indispensable que cada persona ame a la otra como a sí misma. Es allí donde comienza un salto cualitativo, una revolución en las relaciones: esta reciprocidad transforma cada componente del mundo de la salud en un “sujeto”, un protagonista; cada persona se proyecta para “vivir el otro”, para comprender sus necesidades y compartir los sufrimientos, para reconocer las capacidades de la otra persona.
Este es el punto de partida de un nuevo modelo a varios niveles de la organización de la salud: desde la experiencia diaria del individuo enfermo a las interrelaciones entre los trabajadores de la salud, hasta los aspectos administrativos y económicos, así como los cambios políticos y legislativos en relación al sector de la salud.
Es un modelo cultural original que quisiéramos explicitar y transmitir durante este congreso.
Como primer intento de expresar este nuevo modelo cultural, desearía dar unas pocos puntos como síntesis que, creo, representan “la lógica” que forma la sustancia de cada experiencia y reflexión:
• La espiritualidad de la unidad, en particular la característica de la reciprocidad –que tiene sus raíces en el modelo Trinitario- es la relación clave de todas las interrelaciones en el mundo de la salud.

Desde el punto de vista del enfermo, la posibilidad de hacer frente a la enfermedad desde esta perspectiva lleva como consecuencia a la siguiente experiencia:
• La enfermedad ya no es vivida como un límite o como una incapacidad. Es considerada “una riqueza agregada”, es decir, un desafío para descubrir nuevas dimensiones en la propia experiencia de vida, así como un desafío para focalizar nuevos valores.
• La enfermedad potencia los recursos físicos, psicológicos y espirituales del enfermo, que son de enorme ayuda en el proceso de sanación. Como resultado, la enfermedad – en vez de ser un tiempo de disgregación como a veces ocurre- se transforma en un tiempo de agregación no solo para el enfermo sino también para las personas que lo rodean.
• Lleva a la comunicación del dolor y del sufrimiento como medio de lograr el compartir. Hace que la persona experimente que el sufrimiento puede vivirse con menos dureza, que puede adquirir significado, y que puede hacer nacer relaciones auténticas.

Desde el punto de vista del trabajador de la salud:
• Este nuevo modelo cultural ha probado ser el modelo para establecer una comprensión terapéutica con el paciente, en la que cada uno da y recibe: el paciente no es simplemente el receptor de servicios, sino que tiene un rol que cumplir. Como consecuencia, las eventuales tendencias asistencialistas se convierten en asistencia.
• Este nuevo modelo cultural es determinante en la construcción del trabajo de equipo entre los trabajadores de la salud, una necesidad que se hace sentir hoy en día en que el progreso tecnológico requiere que cada especialista acepte su interdependencia del conocimiento experto de otros especialistas.
• Desde los puntos de vista organizativo, legislativo y político, este modelo lleva a formular respuestas basadas en la solidaridad; en otras palabras, apunta a la co-responsabilidad de todas las personas, como respuesta capaz de unir la eficacia y la eficiencia a través de la personalización de los servicios de la salud.

Flavia Caretta

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