Chiara Lubich, durante un periodo de enfermedad, comunica la luz emanada de su experiencia.
«He comprendido en estos días muchísimas cosas...
Que también llorar es Evangelio: “Bienaventurados los que lloran” (Mt. 5, 4).
Que la salud es un don que no conocemos y del cual estamos infinitamente agradecidos a Dios cuando lo perdemos. De hecho, se le agradece por todo el tiempo en que hemos gozado de la salud sin darnos cuenta del regalo que es.
Que el sufrir que conduce a la exasperación es un nuevo rostro de Jesús Abandonado.
Que cuando el sufrimiento llega a un cierto grado no se habla más con los hombres, pero es casi ininterrumpido el coloquio con Dios, destilado, como licor, del sufrimiento. Que, cuando se invoca a Jesús con fe – y he tenido muy a menudo la gracia de una fe plena –, Él no deja de ayudarnos, de aliviarnos... quizás durante un poco... pero ya es mucho, y se verifica esto por la “alegría de la vida”.
Los hombres que viven, que trabajan, que caminan no saben lo que tienen. Deberían dar gracias constantemente a Dios porque en su organismo todo funciona, o por ese tanto que funciona.
Entre quien sufre y quien no sufre hay un abismo: falta comunicación... Ves a quien no sufre como un iluso que se eleva sobre su salud frágil, que puede desaparecer, y gozas porque él no sufre.
He comprendido un poco a Job. Me ha tocado el corazón. Dios te da, Dios te quita. Él está siempre allí. Para Él no existe sino el amor.
Y mientras tanto se espera que el sufrimiento purifique el alma y reanime las otras. (...)
(Del Diario, 5.2.73)
Chiara Lubich
Fonte: http://www.centrochiaralubich.org