Por el compromiso de una pequeña comunidad de los Focolares con los más vulnerables, nace en una ciudad de la Amazonía peruana un Centro para adultos mayor titulado a Chiara Lubich.
Hace cuatro años nos vinimos de la Argentina a vivir al profundo Perú. Dentro nuestro el Ideal de la Unidad. Apenas llegamos a nuestro pueblito, Lámud, así se llama, supimos que el Obispo de la Diócesis se encontraba de paso. Corrimos a verlo y le dijimos que éramos de los Focolares. “¡Qué bueno que los Focolares estén en Amazonas!”, nos dijo. Y nos dio su bendición para seguir adelante.
Nos pusimos de acuerdo con el Párroco y nos pidió que siguiéramos la Pastoral Social y la Catequesis Familiar de los pueblitos que conforman la parroquia. Así tomamos contacto con la realidad social: salíamos a recorrer la periferia del pueblo. Muchas veces íbamos como familia, con nuestras hijas. Nos encontramos con una Lámud escondida, de mucho sufrimiento.
Quisimos empezar por los últimos y nos dimos cuenta de que eran los adultos mayores. Algunos ni siquiera tenían un lecho digno donde morir. Recordamos mucho la meditación programática de Chiara Lubich: “Una ciudad no basta”. Recorríamos, entonces, la periferia del pueblo, buscando a los que estaban solos, abandonados, y les llevábamos una caricia, una palabra de aliento, alimentos, ropa; y les pedíamos que rezaran por nosotros, ya que estábamos iniciando nuestra gran aventura por estos lares.
Pasado el tiempo, fuimos soñando poder darles una casita digna, una comida caliente y, lo más importante de todo, que se sintieran acompañados. Un sueño que por una parte parecía muy lejano y por otra muy cercano. Tanto que nos decíamos: ¡Nosotros podemos! Tenemos que hacer algo y no quedarnos con sólo visitarlos y luego irnos, sino concretarlo.
Juntos pudimos elaborar el proyecto: pocas líneas, pero cada frase escrita nos alentaba más. Pensamos qué nombre darle a esta casita. Nos miramos a los ojos y coincidimos que se llamaría “Hogar y Centro de Día Chiara Lubich, para Adultos Mayores”.
Así se fue gestando nuestro sueño, y se fueron dando muchas situaciones y contactos con personas que se entusiasmaban con el proyecto. Yo venía con experiencias de voluntariados que había hecho en la Argentina.
Además, se dio la oportunidad de que la Municipalidad del Distrito de Lámud contratara a Jenny para trabajar justamente con los adultos mayores. Por último, el Papa también nos animó como laicos -particularmente a los que estamos ligados a la espiritualidad de la unidad- a trabajar por los más vulnerables, más aún en estos tiempos de pandemia.
En fin, se dieron muchas situaciones por las que Jesús estará muy contento en ver nacer una obra para los más últimos en la selva peruana; un hogar digno para los adultos mayores de esta provincia amazónica.
Mientras tanto, todo se está dando en forma vertiginosa. Nos confiamos en todo a la Providencia de Dios y a la fuerza que nos da la oración. Sabemos que Jesús no nos va a dejar, sabemos que con nuestra pequeña comunidad no estamos solos.
En estos días hemos firmado el contrato de alquiler para el hogar y estamos haciendo los trámites legales para constituirnos como Asociación sin fines de lucro. Un grupo de personas voluntarias de la comunidad ya se unió al proyecto. Aceptaron con un SÍ comprometido a trabajar por el bien de las personas más vulnerables del pueblo de Lámud y de la Provincia de Luya (Departamento de Amazonas).
Hemos habilitado el lugar para empezar a servirles una comida diaria; y así, de a poco, iremos evaluando cada paso para llegar a la meta, que es ofrecer la residencia permanente a personas adultas mayores que están en riesgo o están solos.
Pero más que títulos, nombres y estatutos, queremos que en el hogar reine siempre ese clima de unidad, de armonía y de familia que Chiara Lubich nos dejó como herencia, y que por eso el hogar lleva su nombre.
Jenny e Javier, con la comunità di Lámud (Dipartimento Amazonas, Perù)