Un diagnóstico deja sin esperanza a una mamá que valientemente decide decir no a la eutanasia. Pero, ¿cómo explicar esta decisión a su hija que tiene dos años y medio?
En sus últimos días de vida le escribe una carta a su hija, que la leerá cuando sea grande. Hoy esta mamá no está más, la familia, que en esta experiencia encontró ayuda también en la espiritualidad de los Focolares, permite la publicación de sus palabras ofreciéndolas como testimonio y punto de reflexión sobre una temática compleja, dolorosa y de gran actualidad.
«Mi dulzura:
Hace mucho que no te escribo. Han sucedido muchas cosas en este período y lamentablemente muchas son malas.
Mi salud ha empeorado en solo un mes. Estaba esperando algunos resultados, pero la enfermedad progresa evidentemente. Estoy internada en el hospital desde hace tres semanas y perdí por completo el uso de las piernas.
Esto que te escribo es comprometedor. Se trata de un tema difícil, que es la eutanasia.
Te lo quiero dejar para cuando seas grande y quizás tú misma te preguntes sobre la muerte y sobre cómo morir. La próxima semana haré una última quimioterapia pero al parecer no está dando resultados y quizás una cirugía podría permitirme volver a comer, porque ya no logro hacerlo.
Si esta operación no funciona no habrá mucho por hacer. Las opciones que restan me permiten decidir cómo y dónde morir.
Te cuento rápidamente que decidí morir en casa. No entro en detalles que pueden ser muy dolorosos, pero es la forma en la que me siento más a gusto. Todo el resto te lo explicará tu papá cuando serás más grande. Vuelvo al tema sólo para decirte que decidí no aceptar la eutanasia para morir. Lo pensé mucho pero al final decidí que dejaré que Dios me acompañe en este viaje y que si hay que pasar por la muerte, ese es el modo, sin atajos, sin cobardía. Estoy convencida de que Dios nos enseña algo en ese momento del pasaje y que debemos afrontarlo como se afronta el nacimiento.
Te lo escribo, porque me pregunto si también a ti te vendrán a la mente pensamientos parecidos cuando te pondrás a razonar sobre estos hechos de la vida y como yo tardé tanto tiempo en analizar todo desde distintos puntos de vista, quizás alguno de los míos podría servirte de ayuda.
Todo empezó al sentir que la muerte estaba cerca, si era así ¿por qué tenía que esperar tanto tiempo? Si ya no había esperanza de curación, ¿por qué dejar sufrir a un ser humano abandonándolo a un juego sin empatía?
Porque aprendí que este es un proceso, es un proceso preparatorio, sin él no estaremos en grado de dar el paso que debemos dar después y donde nos llevará. Dejémonos guiar por Dios que todo lo sabe.
Últimamente he pensado que las personas que no lograron realizar correctamente este pasaje están como perdidas en el limbo, entre nuestra vida terrena y el más allá, incapaces de dar un paso hacia el paraíso ni de regresar a la tierra, entre sus seres queridos.
Por eso al final me di cuenta de que el camino de la eutanasia no era para mí. Tengo miedo de morir en medio del dolor y le pido a Dios que sea clemente y misericordioso cuando llegue el momento. Esperemos que me lleve aliviándome de los dolores y del cuerpo.
Y esta es la parte que a mí se refiere, lo que solo yo tengo que enfrentar.
Es aquí donde me encuentro mi amor, es un camino difícil.
Sin embargo cuento con el apoyo de muchísimas personas que me ayudan, a mí y a mi familia.
El soporte espiritual que recibo de un amigo sacerdote es muy fuerte. Pero los momentos de temor y de desánimo están presentes. Aunque tengo que decir que no son como los habría imaginado. Me siento sostenida por una fuerza que no sé de donde viene. Veo con claridad el final de mis días y sin embargo no me siento abatida. Obviamente no es fácil vivirlo, pero el temor no forma parte de mi jornada”.
A cargo de