Aunque el Gobierno demuestre su incapacidad en la conducción de los brasileños hacia la superación de la crisis, se está tejiendo, por otro lado, una impresionante red humanitaria.
Cuando empecé a escribir este artículo, ya más de 51 mil personas habían muerto, víctimas del Covid-19, desde el mes de marzo, cuando la enfermedad llegó a nuestro país. Además, se ha estimado que más de un millón de personas ya se han contagiado. Ello sin considerar los casos no señalados oficialmente. En las ciudades en las que se ha permitido una cierta apertura de la circulación, el número de nuevos casos ha aumentado de una manera significativa. Más allá de la buena noticia que la mayoría de estas personas han sobrevivido al nuevo coronavirus, el número de muertos es terrible. Para los especialistas en general, la postura del Gobierno Federal en la lucha contra la enfermedad y la falta de conciencia de muchos ciudadanos brasileños acerca de la peligrosidad del Covid-19, ambas cosas en conjunto, explican esta desastrosa situación.
Por lo que se refiere al comportamiento de la población, parece que mucha gente se convence de la facilidad del contagio, o incluso del peligro de vida, sólo cuando una persona cercana a ellos es víctima de la enfermedad. Otros corren los riesgos de los contactos en público, incluso conscientes del problema, debido a que no consiguen encontrar otra manera para mantener a sus familias. No todos, de hecho, pueden trabajar en casa. En realidad, la tasa de desocupación está creciendo rápidamente y una recesión aguda tiende a ser inevitable, como así también el colapso de la economía.
Por lo que se refiere a la posición del Gobierno federal, el presidente Jair Messias Bolsonaro es duramente criticado a diario por no haber actuado en favor de la población tanto para protegerla como para salvaguardar a quienes son víctimas del contagio, sobre todo la gran masa de la población económicamente más vulnerable. Contrariamente a lo que sostienen los expertos de todo el mundo, él insiste en pedirle a la gente que salga del aislamiento social y que vuelva a sus actividades normales, con la justificación de que “todos moriremos de hambre si la economía se detiene”.
En la línea de esta postura, Bolsonaro criticó a los Gobernadores y los Alcaldes del Estado por haber insistido en el aislamiento social; atacó a la prensa con la justificación de que la divulgación de los datos sobre la enfermedad está tergiversada e incluso alentó a sus seguidores más radicalizados a que invadieran los hospitales para demostrar que hay camas libres, contrariamente a lo que manifiestan los medios en general. Incluso el atraso en la publicación del balance de los muertos parece reflejar esa actitud del Presidente en la lucha contra el aislamiento social, hasta ahora la única práctica segura y recomendada para prevenir el contagio por coronavirus.
Además del hecho que, tras haber perdido a dos médicos que ocupaban el cargo de Ministro de Salud, en este momento ese ministerio, crucial por el contexto actual, se encuentra conducido provisionalmente por el general de ejército Eduardo Pazzuelo, paracaidista en formación y sin ningún conocimiento o experiencia en el campo de la salud pública o privada. Vale la pena hacer notar que el Brasil tiene un sistema sanitario público considerado un modelo por los especialistas de todo el mundo, el SUS (Unified Health System). Sin embargo, por largo tiempo debilitado por la falta de inversión y de políticas públicas adecuadas, este sistema se ha revelado insuficiente para atender a la población, sobre todo a los más necesitados.
Los que apoyan más firmemente al Presidente brasileño siguen sus ideas acabadamente, sosteniendo que fue elegido democráticamente (y ello debe ser respetado), que los medios indican sólo lo que consideran negativo del Gobierno (y no muestran nunca el bien que ha hecho) y, peor aún, no presentan la realidad de los hechos. Al final, el balance de este desencuentro es que la que de hecho pierde, una vez más, es la población brasileña en general, y sobre todo los pobres.
En realidad, la histórica desigualdad social del Brasil ha quedado exacerbada por la crisis sanitaria y económica causada por la pandemia del Covid-19. Un consuelo y una esperanza frente a este cuadro complejo, nace de una red silenciosa de héroes anónimos que aceptan correr los riesgos y no miden los esfuerzos en ayudar a quienes tienen más necesidad y más sufren por esta crisis sin precedentes.
Solidaridad en red
Cuando empezó la pandemia del Covid-19, mucha gente, grupos e instituciones civiles y religiosas del Brasil, como en otras regiones del mundo, se arremangaron y empezaron a movilizarse para ayudar a los más vulnerables en esta coyuntura: los ancianos, los enfermos y los pobres, entre otros. Una gran red de solidaridad se entretejió en todo el país, guiada por héroes anónimos, muchos de los cuales se convirtieron en verdaderos mártires, víctimas fatales de la enfermedad. Todo ello sin contar el trabajo de los profesionales de la salud y otros (como por ejemplo los que actúan en el campo de la seguridad, de los transportes, comerciantes de alimentos y medicamentos) que se colocan en primera fila en esta lucha contra el coronavirus.
Estos gestos de solidaridad pueden ser simples, originales y de distintas proporciones. Vale la pena tanto hacerle las compras a un vecino anciano, como distribuir alimentos a las personas que viven en la calle.
Vidal Nunes, por ejemplo, docente universitario, de la ciudad de Vila Velha (estado de Espírito Santo) preparó una gran olla de guiso y decidió ofrecerlo a los vecinos. La iniciativa contagió a una de esas personas y decidió formar un grupo de mutua ayuda entre los residentes del vecindario.
Los entes que se dedican a obras sociales también han empezado a concentrar los esfuerzos en ayudar a las personas más afectadas por la crisis. Un ejemplo de este trabajo es la iniciativa conjunta de Obra Lumen y Fazenda da Esperança, a la que han adherido varios otros entes, que ahora reciben a residentes sin vivienda fija en distintas regiones del Brasil. Otras organizaciones – como la Asociación Nacional para la Economía de Comunión (Anpecom) – han movilizado empresas y empresarios asociados y simpatizantes con el objetivo de realizar una comunión de recursos para ayudar a las familias pobres.
En el Distrito Federal y en la ciudad de Goiânia, en la región centro-occidental del país, un grupo de personas de distintas edades, relacionadas con el Movimiento de los Focolares, organizó y lanzó el Proyecto Be Light, a través del cual dio ayuda material y contención a las familias en dificultad y también a una aldea indígena de la región. La revista Cidade Nova ha constatado que entre finales de marzo y finales de abril de este año, según los cálculos de la Asociación Brasileña para la Adquisición de Recursos, se hicieron efectivos 1.100 millones de reales (unos 165 mil euros) en donaciones por parte de bancos y empresas.
La solidaridad no es sólo en términos de ayuda material. Hay gente que se ha movido para ayudar a sus amigos a fin de que asuman un comportamiento sano durante la cuarentena. Es el caso de la profesora de educación física, Renata Castilho Leite, de la ciudad de São José dos Campos (estado de San Pablo), que decidió grabar más de 40 breves vídeos con las indicaciones para el ejercicio físico que todos pueden hacer en casa.
Está también el que acepta correr riesgos o superar obstáculos para actuar en forma solidaria. Uno de estos ejemplos nos llega de la directora de la escuela pública Cleusa Regina de Vargas Araújo, de la pequeña localidad de Garuva (dentro del estado de Santa Catarina, al sur del Brasil). Cuando se dio cuenta de que muchos de sus estudiantes no tenían acceso a internet y no podían continuar los estudios a distancia durante la cuarentena, no lo dudó: recorrió hasta 6 kilómetros para entregar material y alimentos de casa en casa. Además de este gesto de donación material, la directora quiso donar su tiempo y su atención a los alumnos y parientes que encontraron en ella a alguien capaz de atender a sus necesidades.
Si consideramos ésta y miles de experiencias más, que no llegarán a ser noticia, en tiempos de distanciamiento social, este encuentro entre personas nunca ha sido más importante para un país que necesita cambiar estrategia contra el coronavirus.
Luís Henrique Marques
Secretario de Redacción de la revista Cidade Nova