Se aprende sobre todo por imitación, por lo tanto es esencial la relación maestro-alumno. El ejemplo es fundamental también en las habilidades relacionales, en la relación con pacientes, familiares y colegas.
Naturalmente, es necesario saber evaluar críticamente las actitudes de los colegas con los que uno entra en contacto, sin adecuarse pasivamente a su comportamiento. La experiencia de un alumno de medicina.
¿Cómo llegas a ser médico, qué significa ser capaces de ayudar a preservar la salud y, a veces, la vida de otra persona? Incluso hoy en día, en un momento en que la tecnología juega un papel esencial en todos los ámbitos de la medicina, para llegar a ser un médico completo es necesario hacer como varios siglos atrás, cuando aquellos que tenían la intención de aprender un oficio seguían a un maestro. Ha sido así también para mí que desde hace algunos años me inicié en la profesión de médico-cirujano. Me di cuenta de que aunque hoy en día, a pesar de que la tecnología apoya cada vez más la práctica médica, el factor humano sigue siendo central, desde el principio hasta el final.
Los estudiosos de los mecanismos de aprendizaje en el área biomédica distinguen un aprendizaje formal (las lecciones) y uno informal, que se realiza ya sea por transmisión oral o estando simplemente junto a figuras de referencia. Como médico aprendí la mayoría de las nociones teóricas por el estudio formal, pero todo el resto de las habilidades técnicas y de relación las aprendí del ejemplo y de la práctica de un maestro. En mi profesión, de hecho, sigue siendo central – como en el pasado – la figura del mentor, que es una guía y un ejemplo. No es casualidad que ya en el Juramento hipocrático el estudiante se comprometa a respetar y ayudar a su maestro hasta su muerte. En mi campo además, que es predominantemente quirúrgico, no hay libro que enseñe algunas habilidades, ni que corrija mis errores, como lo hace un maestro que me asiste y me observa mientras trabajo.
Pero otra parte esencial de la profesionalidad es saber relacionarse con los pacientes, los colegas y otros profesionales de la salud: esto se aprende solo observando al propio maestro. Como me sucede también hoy. De hecho, hay habilidades que se aprenden por imitación, casi sin darse uno cuenta, un poco como los niños pequeños hacen con sus padres. Por lo tanto, el maestro debe saber que cada paso que dé será observado e imitado por quienes lo siguen. ¡Esto es sumamente importante para el estudiante e implica una responsabilidad extrema para el tutor!
Actualmente estoy trabajando en estrecho contacto con un colega más anciano, del cual aprendo muchísimo en términos prácticos y de relación. Por lo tanto, tengo que estar preparado para aprender de quien tiene más experiencia que yo, aprovechando cada momento y cada situación. Sin embargo, he notado que de otros colegas podría asimilar sin darme cuenta también actitudes que éticamente no son muy correctas o incluso son equivocadas: mi esfuerzo diario es, por eso, estar siempre bien atento a la evaluación crítica de las actitudes de los que me rodean, sin adecuarme pasivamente a ellas.
A mi vez, también yo veo que soy una figura de referencia para los estudiantes y los jóvenes que están haciendo la especialidad, tal vez incluso más de lo que sería un profesor, porque estoy más cerca de ellos por la edad. Por eso es importante que dé en todo momento un ejemplo positivo de mi forma de trabajar y que mis comportamientos sean coherentes con los principios que afirmo. De hecho, se ha demostrado que si el mensaje teórico no va de acuerdo con el comportamiento del tutor, se genera confusión en el alumno y, entre los dos mensajes, el ejemplo prevalece sobre la teoría. El ejemplo es también fundamental en las habilidades relacionales. La relación médico-paciente, que también es objeto de numerosos estudios e investigaciones, sigue siendo uno de los componentes más difíciles de dominar, así como de aprender y enseñar; la razón básica es que cada uno de nosotros es único en carácter, personalidad y formación (¡por lo cual las posibles sumas son infinitas!). Pero en mi opinión es una componente fundamental de mi trabajo, porque al relacionarme con un paciente en la base debe haber primero una relación entre dos personas y después una relación entre un médico y su paciente; también porque la relación cura, a veces mejor que muchas medicinas. Por lo tanto, la experiencia ayuda muchísimo, y aprender de la experiencia de un maestro a relacionarse de una manera sana y constructiva con los pacientes – y, por qué no, también con los familiares – proporciona un punto de partida muy importante, especialmente para aprender a ir al encuentro del otro.
Otro aspecto que ha cambiado la forma de afrontar mi trabajo cotidiano, ha sido entender que cada oportunidad me es útil para aprender, incluso cuando soy testigo de conductas que no comparto: de hecho, en esos casos aprendo cómo no tengo que comportarme y cómo no tengo actuar. Entender esto era muy importante, aunque tengo que hacer el esfuerzo de separar dentro de mí al autor de un ejemplo negativo del gesto mismo, aprendiendo a apreciar lo bueno que hay en cada uno, aunque esté mezclado -como en todos nosotros- de los límites inevitables. Por otra parte, a la luz de esto logro aceptar mejor también los míos.
El último aspecto a tener en cuenta es que, en cualquier caso, entre profesor y alumno se establece una relación personal, uno por uno, sin intermediarios. No está dicho que sea indispensable una amistad profunda, pero ciertamente se necesita una relación directa y sincera, como personas antes que como colegas.
Pero atención: ¿qué pasa con quien no es médico? En realidad, todos nosotros tenemos o hemos tenido “maestros” a los que referirnos, o podemos a su vez serlo. Así que, ¡tengamos los ojos abiertos!
Michele Trevisan